viernes, 5 de septiembre de 2008

Una princesa vestida de largo

3.4 UNA PRINCESITA VESTIDA DE LARGO.

Preocupada andaba yo, en estas cavilaciones, cuando he tenido la suerte de participar en una reunión de un grupo de jóvenes, en un campamento de verano, que me han devuelto la esperanza.
Comprobar que no es todo tan turbio, como lo vemos desde fuera. A pesar de que la sociedad parece haber perdido el horizonte, creo que experiencias como las que he recogido de esta tertulia un poco improvisada, me hacen rectificar mis intenciones en cuanto a los miedos que me acosaban,
El tema propuesto era “el noviazgo”: y varias chicas han contado sus experiencias, con soltura, sin complejos, Seguros de saber lo que quieren que sean sus relaciones con sus futuras parejas, a los que probablemente ya conocen.
Una de las reflexiones más completas fue la de Paula, y la recojo tal cual:
Es una de esas historias en las que como decía en el prologo, la protagonista, coge la pluma, y es ella quien nos habla de su experiencia:

1 de Agosto del 2002
- Quiero empezar por confesar, que me cuesta un poco hablar sobre mi misma pero quiero participar en este debate sobre el noviazgo, porque es una experiencia que me llena de ilusiones y no me importa compartir lo que pienso al respecto. Sé que todas las experiencias son validas, para aprender y esta es la mía:
Por comenzar de alguna manera, me gustaría antes de nada comentar que para mí el noviazgo es un tiempo de maduración, preparación y conocimiento mutuo. Tanto en virtudes como de defectos, con la intención de llegar a un punto de convergencia, en el que ambos nos encontremos con la suficiente seguridad y comodidad como para poder decidir el formar una familia.
Centrándome directamente en mi relación, quiero decir que llevamos cinco años saliendo. Comenzamos en el 1997 cuando yo tenía solo diecisiete años, casi una niña, y él veinte dos.
Yo le conocía de la Iglesia, cuando acompañaba a mis padres a Misa, algún fin de semana. Pero no habíamos hablado, ni reparado en que algún día, compartiríamos tantas cosas.
Nuestras movidas por la diferencia de edad en ese tiempo eran bien distintas; nuestros amigos y actividades parecían ir por caminos que nunca se cruzarían.
Hasta que un buen día para ambos, convergieron en un punto común: las catequesis que se realizan antes de recibir el sacramento de la confirmación, donde él era catequista y yo alumna.
Uno de los momentos más especiales fue éste, donde en la primera de las convivencias-campamento que realizábamos, salto la chispa entre ambos y comenzamos a caminar. Al principio nos costo y más tarde todo comenzó a parecer más normal.
Ese verano en el cual nos conocimos fue hermoso. Era la primera vez que asistía a estos medios de formación y allí obtuve gran cantidad de experiencias nuevas que nunca antes había vivido.
Nuestra relación empieza una vez pasado éste verano en el mes de septiembre, y desde este momento y durante todo un largo año viví unos momentos muy duros porque realmente nos conocíamos muy poco y tuvimos que comenzar antes de nada por hacernos amigos. . . .
Amistad que tardó todo un año en cuajar y que la soporté porque a pesar de las diferencias que veía entre nosotros. Algo me decía que Javier, la persona que tenía delante era la ideal para mí.
En Julio, volvimos a hacer el campamento parroquial que daba fin al curso. Dándonos algo más de tiempo, para estar cerca y charlar.
Nos dimos cuenta que ese primer desarrollo superficial del conocer y relacionarse con la otra persona ya estaba siendo superado y se puede decir que desde ese momento, emprendimos un largo viaje, que aun perdura hoy, nuestra relación como novios.
Dos jóvenes con futuro todavía incierto ya que no nos sentíamos del todo a gusto el uno con el otro. Aún nos faltaban cosas muy importantes que descubrir, tanto en el plano personal como en el espiritual.
Para nosotros desde el principio, auque no lo hablábamos, ha sido muy importante el intentar que nuestra relación fuese cristiana, más que por Dios o la otra persona; por nosotros mismos.
Durante los dos o tres años siguientes, también tuvimos importantes discrepancias que se sobrellevaron y superaron con facilidad,
La relación continua en progreso, creciendo nuestra amistad y conocimiento mutuo tanto en virtudes como en defectos, a la vez que intentábamos adaptar los gustos del uno al otro, aunque este feo decirlo, yo más que él.
Además de este conocimiento en el plano personal también crecimos mucho en los aspectos relativos a nuestra experiencia de fe. Ya que como jóvenes cristianos, intentábamos ser coherentes, con nuestras creencias, con lo que nos habían enseñado en nuestras respectivas familias. Y lo que aprendíamos con un gran numero de compañeros de la parroquia, en la que seguimos participando en las catequesis de jóvenes.
Yo diría que este crecimiento del que hablo, se concreta en la certeza de haber pasado de una fe y conocimiento de Dios infantil a otra más adulta y digo más adulta porque hoy dos años más tarde me doy cuenta del gran cambio que he y hemos experimentado en este último periodo.
Siendo justa y sincera debo decir que en éste aspecto él me ha ayudado más a mí.
Tuvo que pasar algún tiempo hasta que comenzamos a charlar de cosas más serias. Poco a poco fuimos perdiendo el miedo por la reacción del otro. Y éste fue el momento en el que comenzamos a hablar entre nosotros e ir descubriendo lo que cada uno pretendía de esta relación.
Con ello hemos avanzado mucho en el plano personal porque nos hemos dado cuenta de las inquietudes de ambos, ayudándonos a conocer si una actuación egoísta o determinada daña al otro y en que medida.
Éste aumento de la confianza y el mutuo conocimiento de estas inquietudes interiores, nos han llevado a descubrir que es lo que Dios quiere hasta éste momento de nuestra relación. Pasando a ser un trío más que un dúo, donde está como cabeza principal y en medio: Dios y luego él y yo.
Al irnos conociendo, nos hemos dado cuenta de virtudes y defectos de cada uno, que nunca antes habíamos visto, pero con la diferencia de que en esas virtudes y defectos ahora encontramos a Dios.
Es el momento en el cual somos capaces de sacrificarnos por el otro, en todos los sentidos y descubres realmente donde está la verdadera felicidad dentro de una relación de novios.
No sé si me entendéis, para mí, personalmente es algo tan grande. Aunque temo que debido a mí mentalidad, algo técnica, y a mi falta de experiencia al escribir se me hace difícil transmitir, pero si me gustaría decir; Que me dan ganas de ir contando o compartiendo esta sensación de satisfacción a todas las parejas que se encuentran en una situación de noviazgo como la nuestra.
La pena es que vemos la sociedad que nos rodea, un poco egoísta, a veces sabemos que algunos de nuestros compañeros de facultad y de trabajo, Se reirían de nosotros.
Sin embargo también muchas veces salimos con otros amigos, que comparten nuestra manera de ver las cosas, que saben respetarse y que ven en el noviazgo un camino y no un fin.
Somos conscientes de que en nuestros días hay muchos jóvenes que no comprenderían una relación limpia, y hay otras muchas en que la que también conocemos a personas de nuestra edad, que no se valoran así mismos. Y eso les impide respetar a los demás.
Conocemos a chicas y chicos que llegan a sus relaciones, con la sensación de “Usados”. Sin poder ofrecer a la persona con la que al final compartirán sus vidas, más que recuerdos de los que no quieren hablar.
Para animar a otras parejas me gustaría decir que de todos estos años los últimos han sido los mejores, pero a su vez muy difíciles de llevar, porque como seres humanos que somos, y también por la sociedad en la cual nos vemos envueltos. La tentación siempre está a la vuelta de la esquina. Pero esta tentación no es ninguna barrera para conseguir aquello que te propongas.
Otro aspecto muy importante que debo tener en cuenta en la relación en éste año y medio último es el abandono que he y hemos realizado en Dios. ¿Qué significa?
Es la posibilidad de dejar que tu vida la lleve Dios y no preocuparte demasiado por el mañana. Es complicado de asimilar, ya que el hombre como tal, intenta configurar su vida y ese es el fracaso más grande en el cual podemos caer.
Pienso que cada uno debemos de trabajar duro cada día por aquello que creemos que Dios quiere para nosotros, y si algún día falla poder levantarnos y nuevamente agarrar con fuerza la idea y la ilusión de vivir nuestro noviazgo, de cara a Dios.
Este abandono interior también se puede vivir en el noviazgo. Yo intento no programar mi vida demasiado, aunque si es cierto que hablamos de la posibilidad de casarnos algún día.
Aunque en nuestro entorno de amigos, conocemos a jóvenes, que han decidido entregarse a otro tipo de servicio, siguiendo su vocación. Y es cierto, que aun queriéndonos mucho, seguimos dejando esa puerta abierta. Por si alguno de los dos, sintiéramos que el Señor nos pide algo más.
No es fácil hablar de esta manera porque nos queremos mucho, pero los dos estamos de acuerdo en que el verdadero amor es aquel que da sin recibir y se entrega por entero.
Por último decir, que vale la pena. Animo a todas las parejas a intentarlo, y cuando digo a todas las parejas, me refiero no sólo a aquellas que están empezando, sino a cualquiera de ellas y en cualquier situación en la que se encuentren.
Nunca es demasiado tarde. Unas veces nos parece duro y otras llevadero. Realmente lo importante es darse cuenta lo bonito que puede resultar vivir todas estas sensaciones y descubrir la verdadera felicidad.
A veces me doy cuenta, de la suerte que he tenido, de que las personas que me han educado me hayan enseñado a pedirle fuerza a Jesús y a su Madre, “la pura entre las puras”. Las fuerzas que necesitamos para mantenernos en un noviazgo y en una relación cristiana.
Nuestro deseo es que un día lo podamos celebrar con el sacramento del matrimonio o con lo que Dios nos tenga preparado”.
Pocos días después coincidí con Paula, en una Boda, ella acompañaba a Javier, pues se casaba un amigo suyo, con la hija de una de mis amigas.
Con motivo de este acontecimiento, he visto por primera vez a mi hija vestida de largo. “Mi princesita ya es una mujer”.
Ella conoce a Paula y a Javier, y conoce esta historia de primera mano, porque se los encuentra cuando pasea con su chico.
A veces me ha comentado que a ella le gustaría que su novio, participará con ella, en las catequesis, y la acompañara a Misa, al menos de vez en cuando. A mi también me gustaría, pero comprendo que no todas las personas somos iguales.
Yo lo único que le digo es que recé por él. Que ella sea un ejemplo para él, y que poco a poco irán haciendo más cosas juntos.
Desde ahora, que esta comenzando, es cuando debe dejar claro lo que piensan y así poder saber si algún día serán capaces de adaptarse el uno al otro.
Por que a veces, pasa, como decía Paula al principio, los respetos humanos, hacen que al iniciar una relación, cada uno de los dos intente adaptarse al otro. Pero algunas veces, por miedo a levantar diferencias, se van dejando de hacer las cosas que nos llenan, y que hasta ese momento eran naturales.
Llegado un tiempo, si cada uno, no es capaz de poner bien claro sus cartas, empieza a corroer la relación una especie de sublimación de uno al otro. Que les impide al menos a uno de los dos, casi siempre al que quiera más o el más generoso. Ser feliz.
El respeto por la otra persona, en su integridad, nos ha de hacer comprenderla y aceptarla tal cual es. Pero deseando siempre mejorar y que el otro mejore. A eso es a lo que yo llamo amor:
A la relación entre dos personas, que no impida la libertad de expresión o de obrar. Al deseo de que el otro mejore, que es tanto como desear lo mejor para Él. Y a la disponibilidad o esfuerzo en mejorar nosotros por hacer lo mejor posible, aquello que vemos que al otro le gusta.
Conozco con alegría muchos noviazgos, en este tiempo, por los que firmaría.... Aunque muchos piensen que no este de moda.

nota:(los protagonistas de esta historia hoy estan casados , tienen una preciosa hija llamada Rebeca, 5 de septiembre de 2008)

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