viernes, 5 de septiembre de 2008

5.5. Edith Stein: Judía, Feminista y Carmelita

5.5 EDITH STEIN: JUDIA, FEMINISTA Y CARMELITA.
UNA MUJER QUE BUSCO LA VERDAD.
Sería un error fatal, terminar este capitulo sin hablar de una “feminista”, cuya canonización por el Papa Juan Pablo II, el 11 de Octubre de 1998. facilitó su reconocimiento ante el mundo.
Nació el 12 de Octubre de 1891 en la entonces ciudad alemana Breslau, hoy polaca con el nombre de Wroclaw. En el seno de una familia hebrea. Por lo que fue educada en un judaísmo sincero y piadoso.
Su madre les infundió un elevado código ético a ella y a sus hermanos, entre los que aprendió algunas virtudes que nunca perdería: Sinceridad, espíritu de trabajo de sacrificio, lealtad... Pero aunque se educo en un ambiente claramente judío, la fe era más bien superficial.
A los diez años supo de la muerte de un tío muy querido, y acabo enterándose de la causa: suicidio, tras la quiebra de su negocio. Acudió al funeral, que años más tarde recordaría así:
“El rabino inició la oración fúnebre. Yo ya había escuchado otras oraciones fúnebres, Eran un resumen de la vida del muerto, en que se realza todo lo bueno que había hecho durante la vida, removiendo el dolor de los familiares y sin que por ello se recibiese ningún consuelo.
Por fin, con solemne y encolada voz, dijo el rabino: “Si el cuerpo se convierte en polvo, el espíritu vuelve a Dios. Que es quien se lo dio”.
Pero, detrás de todo esto no había una fe en la pervivencia personal y en un volver a encontrarse tras la muerte. A los catorce años, en medio de una crisis de adolescencia abandono la practica religiosa y se declaro atea durante diez años, aunque siempre mantuvo respeto y admiración hacía la religión judía.
Fue una intelectual de vanguardia en su época, y lucho por que se reconociera la igualdad de la mujer. Discípula aventajada de Husserl, por medio de la fenomenología buscó ardientemente la verdad, que al fin encontró en el catolicismo.
Su conversión, y su posterior ingreso en la orden carmelitana, no significó para ella renegar de su condición de judía. Como tal fue llevada al exterminio y murió en Aushwitz consciente de seguir el destino de su pueblo, por el que había ofrecido su vida a Dios.
Edith, fue una mujer preocupada por el progreso de la mujer, participo en el movimiento feminista y dio numerosas conferencias sobre la mujer entre 1928 y 1933.que se recogen en el libro:”La mujer”.
En él, la filósofa cristiana reflexiona sobre la identidad de la mujer, de los fundamentos y problemas de la educación femenina. La vivencia de la mujer en la iglesia y su misión universitaria y católica. Así como también la mujer en la vida de un pueblo, etc.
En este libro, también analiza la misión de hombres y mujeres según la naturaleza y la gracia. Deduciendo que ambos sexos tienen una triple y común vocación originaria –ser imagen de Dios, dominar el mundo y procrear-, que cada uno realiza a su modo.
Puntualizando que tras el pecado original se introduce el desorden en la relación entre los sexos, y el hombre domina abusivamente sobre la mujer y sobre la creación entera.
Con la Redención se instaura de nuevo el plan originario de Dios, basado en una armoniosa colaboración de ambos sexos, con sus dones específicos.
Edith, considera que hay una vocación natural del hombre a ser cabeza y protector de la mujer, y una inclinación natural de la mujer a la obediencia y el servicio. Habría que matizar hoy esta idea con la “sumisión reciproca”, que Juan Pablo II desarrolla en la Mulieris dignitatem: de la que se comprende que para ambos sexos, “servir es reinar”.
Nuestra protagonista, descubre en los diferentes tipos de mujeres el deseo de amor y recibir amor. Y hace ver que su misión como compañera, madre y educadora requiere una instrucción adecuada.
Realza la importancia de educar el sentimiento y los afectos por que son el “centro del alma femenina”-, así como el mundo de los valores. Y ve la necesidad de enseñar a la mujer materias de letras y ciencias -lengua y literatura, historia, psicología, pedagogía, matemáticas, biología. -, para formar bien su cabeza y su corazón, y, por supuesto, religión, que ha de ser el núcleo de toda educación verdadera.
La mujer necesita aprender la autentica feminidad, junto, o de la mano a otra mujer que encarne bien ese papel (su madre o una maestra).
Todas estas ideas, como vemos son importantes y válidas.
Todavía hay muchas de ellas, que pueden ser útiles a una sociedad en búsqueda de un verdadero progreso. Son ideas, de las que se desprende la defensa de la presencia de la mujer en todos los trabajos; humanizando aquellas profesiones consideradas “masculinas”.
La presencia de la mujer supone un contrapeso benéfico en cualquier tarea, por su mayor apertura a la ayuda y la participación y por su interés hacia lo personal-vital y su conocimiento más intuitivo.
Todo esto que es importante, para el tema que estamos viendo seguro te hace querer saber un poco más, de la persona real que hay detrás de estos pensamientos.
Erna Biberstein-stein, su hermana, es una de las personas que habla de ella, para documentar el proceso de beatificación y posterior canonización, y es de este documento escrito en New York en 1949, de donde saco esta última historia.

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