viernes, 5 de septiembre de 2008

3.2. La Victoria de Luna.

3. 2. LA VICTORIA DE LUNA.
29 de Abril del 2002

Hace unos años, conocí a una chica, en un largo viaje en tren. Ya sabes como son estas cosas a veces con una persona desconocida podemos tener ciertas conversaciones con un aire intimo.
Oímos y sentimos que nos escuchan probablemente con más interés que los que tenemos cerca. Quizás por que de entrada no hay tensiones de otros momentos cotidianos.
Ante un desconocido no tenemos nada que reprocharnos y podemos hablar de las más variadas cosas con soltura, sin prejuicios y con la sinceridad que quizás no usamos a menudo entre los que nos conocen.
Pensando que probablemente, no volvamos a ver a esa persona, no tenemos que reparar en su juicio, por que realmente nos da igual. Y esta circunstancia favorece un dialogo que se hace más distendido, que con otras personas que viven muy cerca de nosotros.
No llevaba demasiado equipaje. Luego, comprendí que lo había seleccionado con mucho cuidado. No sabía cuanto tiempo tardaría en volver, al hogar de sus padres.
Aunque la incertidumbre de lo que le esperaría en su futuro inmediato, tampoco le animo a poner en su maleta, más que lo necesario: Algo de ropa, útiles de aseo y algunos recuerdos de una corta vida en un porta fotos: Alguna de sus padres y abuelos y el carrete del viaje de fin de curso, donde se la ve sonreír junto a sus amigas y compañeros.
Se llama Luna, se lo oído decir a otra chica que le acompaño hasta el anden. Después de abrazarla y ya montadas en el tren, ha sacado de su mochila algo envuelto en papel de regalo, y se lo alarga, cuando ya el tren esta casi en marcha.
Por su indumentaria, y juventud me hizo recordar a mis hijos.
Al sacar el billete para entregarlo al revisor, saco otro papel muy dobladito, que miraba una y otra vez, con una tierna expresión, mientras limpia las lagrimas que recorren sus mejillas, en silencio.
Una vez instaladas en el vagón, abre con cuidado el regalo de su amiga; Sonríe mientras descubre el peluche con forma de osito, pequeño y suave, con una cara muy divertida.
Parece que estos días ha llorado, pues tiene el rostro caído y parece muy cansada. Pero a pesar de su juventud, se la ve decidida, segura de querer emprender ese viaje.
Yo sigo recordando a mis hijos; Les imagino en casa sin más problema que aprobar o conseguir de nosotros media hora más en la recogida.
Pero esta chiquilla.... parece que huyera de un mundo de problemas, de decepciones, que parece estar marcando su historia para siempre.
Luna, es casi una adolescente, dieciocho años escasos. Según me contó a lo largo de nuestro viaje: llevaba dos años saliendo con un compañero del instituto, del que se ha quedado embarazada.
Es una de las personas que deja atrás, porque se ha asustado ante la sospecha de su embarazo. Al hablar con él, ha sentido su rechazo a la idea de ser papá.
Le faltará madurez para afrontar este echo. Deduzco, que si se le planteara eso a uno de mis hijos o a sus amigos, harían lo mismo, tampoco les veo preparados para esa responsabilidad.
¡Y menos en estos tiempos!, Muchas veces lo hemos hablado en casa. Recordando nuestra juventud, con dieciocho o veinte años, en los setenta, éramos hombres y mujeres. Hoy esa misma edad, la relacionamos con la mochila, el botellón, y el comienzo de la universidad.
Luna tiene miedo de decirlo a su madre y a sus abuelos, con quien Vivian desde hace unos años. Ellos tienen mucho empeño en que termine sus estudios. . .
Sabe que esta confesión les va a producir mucha tristeza.
-A mama la decepcionará, porque muchas veces la oí lamentarse de esta misma experiencia. Ella; hace dieciocho años, vivió lo que hoy vivo. Por eso sé que en el fondo tendrá que comprenderme.
Pero el sufrimiento, el sentimiento de vergüenza ante los vecinos y familiares, circunstancia normal en la mentalidad de cuantos la rodeaban, en su momento. Hicieron que acatará la decisión de sus padres, que la obligaron a casarse, con el responsable de tal incidente.
-Probablemente ese principio, ha sido la causa de tantas desavenencias en el matrimonio de mis padres.
Lo mío solo lo saben algunas de mis amigas del instituto, ellas conocen casos en los que les han abortado, con ayuda incluso de las instituciones publicas.
A mi no me ha convencido la idea, sé que este hijo transforma todos mis proyectos
Me aterra la vergüenza que siento ante mis padres, la otra familia y sus amigos. Veo que todo se ha obscurecido en mi horizonte, pero no deseo. . . no puedo quitarle la vida. Pienso que ha de haber alguna solución.
Me he marchado sin decir nada, nadie en mí entorno sospecha que hoy no estaré para cenar. Lo siento sobre todo por mi madre, ¡me hubiese gustado sincerarse con ella!...
Pero, la he visto tan preocupada, con su trabajo, y con sus propios problemas de pareja, que quiero estar bien segura antes de decirle nada. Nunca hemos tenido buen dialogo. Y pienso que esto nos terminará de separar.
En el Instituto, en el tablón de informaciones he visto la propaganda de una Asociación que quizás pueda orientarme.
Luna, habla, nerviosa, deprisa, como si quisiera acabar de sacar todo lo que la daña dentro y que lleva ocultando varios meses. Se siente tan sola, y tan impotente, que seguro piensa lo fácil que sería hacer lo que sus amigas le dicen.
Juan su novio, piensa lo mismo, e incluso estaría dispuesto a ayudarla a buscar los medios económicos para hacerlo.
-A los padres de Juan, nunca les caí demasiado bien, costearían una clínica privada, para eximir a su hijo de toda responsabilidad. ¿Me siento defraudada?.
Aunque realmente con Juan no había hecho planes, no había proyectado un futuro. Aún no. De no haber pasado esto, quizás con el tiempo lo hubieran hecho.
Pero esto era solo la consecuencia de una noche de cumpleaños, de alguna copa de más. . Algo que no debió ocurrir, pero que paso, sin darme tiempo para tomar conciencia, de que sería, el final de una relación, en la había puesto algunas ilusiones y el principio de un nuevo estado: Mi maternidad.
Luna, no puede concebir la idea de matar lo que esta naciendo dentro de ella. Ahora mismo solo tiene un papel: Un test de embarazo que dice “positivo”.
Aun no siente nada, no nota ningún movimiento, ni nada especial en su cuerpo, Pero algo dentro de ella, le hace sentir un poco de felicidad, en la absurda soledad, de su huida, sabe que no esta completamente sola.
Aunque ella no percibe ningún signo, del ser que la habita, está segura de su existencia, y empieza a soñar: ¿A que sabrán todos los nuevos sentimientos y experiencias de esta nueva faceta de su vida, que la va a hacer madurar de forma repentina?.
Nada le mueve a mirar todo lo que deja atrás. Ha de preocuparse de su presente, pues aún no es capaz de mirar en lo ancho de un futuro del que no conoce nada. Las referencias, las quejas de su madre, no le valen a ella. No desea atrapar a nadie.
Este nuevo ser que toma vida en su vientre, es solo responsabilidad suya. El otro causante perdió los derechos al no aceptarlo.
A pesar de su juventud, vi, que Luna no tenía miedo. No le reprocharía nunca haber nacido. Lucharía por darle cuanto necesitará hasta alcanzar de él, el perdón por haberlo privado de la figura de un padre.
A fin de cuentas, algunos padres, tampoco lo hacen bien. El suyo por ejemplo, no merecía ese titulo. Hace dos años, que esta en la cárcel, por malos tratos.
La última vez que le tuvo cerca, fue en el juicio. En él tuvo que declarar, removiendo los tristes recuerdos de peleas continuas, de cacerolazos, y platos rotos, de puertas marcadas con el sello de su mano.
De idas y venidas violentas de su madre contra los muebles, mientras la sujetaba del pelo y la insultaba, prometiéndoles que las mataría a las dos.
Su vida pasada, le había hecho fuerte.
Aún algunas noches sueña con sus traumas infantiles, acosos que hoy después de tantos años, prefiere creer, que fueron pesadillas, que no sucedieron nunca.
Huellas de una niñez extraña, perseguida por su acosador, al que en el colegio le decían tenía que respetar y obedecer.
Historias, de momentos que se ahogaban en su garganta, pues nadie le había dicho que podía denunciarlo. Antes bien, la sutileza de su agresor, le hacía creer que ella era la culpable, y no debía contárselo a nadie.
Sería tan pequeña que no tiene conciencia de la edad, con la que todo esto le paso, Solo sabe que desde . . . no se acuerda cuando, una sensación extraña de culpa, la sigue.
Pero no quiere recordar, solo otra persona y ella, conocen el terrible secreto, Y no será ella quien lo desvele a nadie de su entorno.
¡Que terribles experiencias, han de soportar algunas mujeres en este mundo!. Una educación donde se nos ha hecho creer, que el hombre es dueño de la mujer.
Y es asimilado así por hombres y mujeres.
Me revelo, ante la infinidad de casos que proliferan cada día. 70, 80,100, mujeres al año, en un país son asesinadas por sus compañeros.
Muchos casos conozco también por mi profesión de acoso sexual o pederastia, que se descubren en la mayoría de los casos por accidente, en una revisión medica, o en un accidente casero.
Familiares, vecinos, que oyen los golpes, los insultos y amenazas.... Callan.
Mujeres sumisas, a base de golpes, que no se atreven a denunciar, aun viendo el dolor en sus hijas a veces de muy corta, cortisima edad.
Casos espeluznantes, en que el acosador se permite usar a sus propios hijos. Manteniéndoles bajo amenaza, o chantaje.
Casos que rara vez, son descubiertos, por pura iniciativa de las victimas.
Estos casos me confirman en la idea, de que la persona que es maltratada, llega a convertirse en una enferma, igualmente.
Las personas que al quitarles la dignidad y tratarles como objetos, pierden su identidad, se incapacitan, para tomar decisiones libres.
Estando estas supeditadas a no crear conflictos, a no provocar enfado o furia, en su agresor. Potenciando un sentimiento de culpa, y de frustración tal, que a veces confina a la victima en la depresión, más profunda, pudiendo llegar ésta, incluso al suicidio.
Recuerdo haber discutido este tema con un estudiante, la semana pasada. Una persona joven que afirmaba que se cuestionaba el derecho que pudieran tener otras personas ajenas a los casos de violencia domestica a denunciar.
Afirmando y creyendo que las victimas de maltratos, lo eran por pura voluntad. Eso es categóricamente falso.
Al menos en los casos que yo conocía, la agresión se hacia de forma tan sutil, que antes de llegar a pegar físicamente, el sujeto ya había castigado psicológicamente a su victima, anulando su ego totalmente.
De forma que si ante ese maltrato, no cedían a sus caprichos, pasaban al dominio brutal de la fuerza.
Pero en el momento que alguien de fuera intervenía o la victima tenía la capacidad de rechazar y mantener la cabeza fría, automáticamente dejaba de ser un maltratado porque buscaba solución: A veces huyendo, a veces denunciando.
De todas formas, la confesión de Luna, no dejaba de impactarme, mientras debajo de la blusa mi piel se erizaba. Una gran comprensión se abría para acoger, las vivencias de ésta, casi niña, a quien la vida quería hacerla mujer, a fuerza de golpes.
Con la esperanza de que esta decisión libre, y madura, la hacía ualquier amiga suya... .... O la tuya ¿lo has pensado?.
Este informe, no se parece en nada a los miles de ellos que movemos los trabajadores de la sanidad en cualquier centro público o privado, donde nuestro horario laboral y la repetición incesante de casos similares llegan a acostumbrarnos y a parecernos normal. Lo que no más persona. De todas formas pregunte:
-¿Por qué no lo denuncias?. -
¿Para que?, No sé por que extraña razón, no tengo rencor hacía él, solo me da pena... Su mente esta tan enferma.... Esta tan equivocado.
Luna, no es una excepción. Que más da cual sea su apellido. Solo me basta saber que es un ser que ha sido golpeada y que ahora lucha, por otro ser.
En casa ha dejado una carta para su madre, para que no se preocupe. Le promete que volverá y que la informara cuando llegue donde va: un centro de acogida, para madres solteras, lo regenta un convento de Soria, y sabe poco más.
Nos despedimos, con el intercambio de direcciones, y prometió que me escribiría.
Ayer, después de hace muchos años. Recibí carta suya, su hijo ya tiene 5 años. Llegado el momento del parto su madre logró convencerla de que volviera.
Me cuenta que siguió estudiando y haciendo pequeños trabajos para no ser una carga para su madre. Y entre las dos renació, una nueva relación de comprensión y ayuda mutua, que las ha enriquecido.
Que alegría me da saber que se encuentra bien. Su hijo sabe quien es su padre, pero no se tratan mucho. Aun no se han casado ninguno de los dos.
Ella ha aprobado sus oposiciones, y se apoya en su hijo, para seguir luchando y sonreír ante los contratiempos.

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